Velázquez pintó algo más que una escena de corte en Las Meninas. Lo que muchos creen una simple entrega de agua, podría revelar una costumbre fascinante —y peligrosa— del Siglo de Oro español. ¿Por qué aparece un pequeño recipiente de barro en el centro de una de las obras más icónicas del arte universal? ¿Y qué tiene que ver con la obsesión por la belleza, la salud e incluso la anticoncepción? Descubre los secretos de "Las Meninas" de Velázquez en Mundo Arte.
¿Qué es un búcaro y por qué aparece en “Las Meninas”?
En el centro del cuadro, la infanta Margarita extiende su mano para tomar un objeto que podría parecer insignificante: un pequeño recipiente de barro cocido que le ofrece su dama de compañía, doña María Agustina Sarmiento. Ese objeto es un búcaro, y su presencia no es casual.
Los búcaros eran recipientes de barro poroso, generalmente importados de Portugal, utilizados para mantener el agua fresca. Su forma era característica: cuello angosto, vientre redondeado, y una textura que desprendía un aroma particular. Pero más allá de su utilidad, escondían una costumbre que hoy resultaría insólita.
La bucarofagia: cuando el barro se comía
Sí, comer barro era tendencia entre las damas nobles del siglo XVII. Esta práctica, conocida como bucarofagia, consistía en masticar trozos de los búcaros tras beber el agua que contenían. Se creía que el barro tenía propiedades cosméticas, en especial para aclarar la piel.
En una época donde la palidez era sinónimo de belleza, las mujeres buscaban todos los métodos posibles para conseguir una piel blanca, casi translúcida. El barro ingerido provocaba clorosis o “opilación”, es decir, una especie de anemia que daba como resultado una tez enfermizamente pálida.
¿Una golosina o un anticonceptivo?
El asunto va más allá de la estética. Algunos autores sostienen que el barro actuaba como un anticonceptivo natural. Su efecto obstructor en el organismo podía interrumpir el ciclo menstrual. Esto llevó a la Iglesia a condenar la práctica con firmeza, al punto de imponer como penitencia “dejar de comer barro” durante varios días.
De hecho, el barro se convirtió en una especie de golosina “prohibida”. Lope de Vega incluso lo menciona en El acero de Madrid, y hay registros de confesiones y sermones que advertían sobre esta peligrosa costumbre.
¿Y qué hacía la infanta Margarita con un búcaro?
Podría parecer extraño que una niña de cinco años participara en esta práctica. Pero hay indicios que explican su presencia en la escena.
La infanta Margarita sufría, según varios historiadores, de una pubertad precoz relacionada con el síndrome de Albright, una condición que provoca desequilibrios hormonales, talla baja y sangrados menstruales anormales. El barro, en estos casos, se utilizaba como remedio para “opilar” los conductos y controlar los síntomas.
Aunque es poco probable que se le administrara con fines anticonceptivos, el barro también era utilizado como tratamiento médico o como “golosina viciosa”, tal como lo define el diccionario clásico de Sebastián de Covarrubias.
El barro como símbolo social y estético
En los círculos de la alta sociedad, masticar barro no solo era moda, sino también símbolo de estatus. Quienes podían adquirir búcaros portugueses demostraban riqueza y refinamiento. Esta práctica era tan común que incluso fue parodiada en obras teatrales del siglo XVIII como Los gustos de las mujeres, donde una dama declara:
“Yo señor, gusto del barro
que me agrada ver que suena mascadito,
poco a poco, en los dientes y en las muelas”.
Este tipo de referencias culturales refuerzan la teoría de que Velázquez no pintó el búcaro por casualidad, sino como un guiño a una costumbre profundamente arraigada en la vida cortesana.
El detalle que cambia la lectura del cuadro
La obra maestra de Velázquez, considerada una clase de pintura en sí misma, cobra un nuevo significado al observar este pequeño objeto de barro. En medio de la escena congelada, en la que nobles, bufones y hasta el propio pintor aparecen retratados, el acto cotidiano de ofrecer un búcaro se transforma en símbolo de toda una época.
No es solo agua fresca lo que se ofrece. Es un fragmento de cultura, belleza, deseo, control social y enfermedad.